Carlos Garaikoetxea, en su condición de
negociador del Estatuto de Autonomía para Araba, Bizkaia y Gipuzkoa y
lehendakari del primer Gobierno autonómico que comenzó a desarrollarlo,
acaba de intervenir en la comisión parlamentaria de autogobierno que
analiza el grado de cumplimiento del texto estatutario y la posible modificación
en función de sus potencialidades. Por ello, la primera frase de la entrevista
no puede resultar más contundente: «El Estatuto se ha agotado en
sus potencialidades, porque lo han asfixiado con leyes básicas que restringen
su interpretación potencial y que se convierten en un corsé insuperable.
Además, ahora estamos en otro momento histórico, en una sociedad
con más madurez democrática, vigilados por un entorno con más
solera democrática como es Europa, que disuadiría de tentaciones
involucionistas trágicas, y la experiencia nos ha enseñado a todos.
Agotamiento y nuevo momento son las dos razones fundamentales para tratar de
renovar todo el marco del autogobierno».
­¿Cómo habría que
hacerlo?
Desde la acreditación permanente de que
hay una voluntad mayoritaria en las instituciones representativas del país
que lo demanda; por procedimientos civilizados, que son los únicos que
tienen acogida en el mundo que nos rodea y que en última instancia sería
el juez de la situación; y devolviendo a nuestro pueblo la ilusión
y la capacidad movilizadora… entre otras cosas.
­En la comisión parlamentaria ha
hecho una referencia de cierta añoranza a la manifestación contra
la LOAPA ¿Echa de menos que se le dé un impulso movilizador a
la sociedad?
Se ha producido una cierta desmovilización
de las conciencias políticas, que quizá es un fenómeno
inevitable después de tantos años y de que se marchitaran los
entusiasmos iniciales de una nueva época después de tantos años
de dictadura.
­Al hilo de esto, ¿qué valoración
hace del proceso negociador del Concierto Económico?
(Larga pausa) El proceso negociador ha tenido
su luz y su sombra. La reivindicación de la presencia en Europa no se
abandona. Lo que sucede es que en esta vida hay que saber en qué terreno
jugar y cómo apostar por una determinada reivindicación. Era arriesgado
poner en juego todo el Concierto Económico teniendo el Estado toda la
sartén por el mango para su correcta continuidad, cuando esa reivindicación
se puede llevar a un terreno en el que al menos el Estado tenga que jugarse
tanto como nosotros. En ese sentido creo que al final han acertado los negociadores,
aunque ello haya podido tener efectos de diferente dirección. Por un
lado ha podido dar la impresión de que se hacía un planteamiento
fuera de lugar y desmesurado, que luego tenía que abandonar el Gobierno
vasco. Pero por otro lado creo que Montoro cayó en su propia trampa.
Al haber dicho que la única cuestión que impedía la firma
era la europea, al aparcar ésta no han tenido más remedio que
resolver todas las demás.
­En cuanto se aparcó la reivindicación
europea y aunque la parte vasca insistía en que había otros muchos
puntos de fricción, nada más recibir la cita de Madrid el acuerdo
se firmó en cinco horas.
Así suelen pasar las cosas. En todas las
negociaciones las cosas se resuelven en el último minuto. Se han resuelto
puntos importantes y espero que en la ley aparezcan contenidos todos ellos,
de manera que el carácter bilateral y pactado del acuerdo quede reflejado
indubitadamente y que en el futuro no pueda permitirse ningún atropello
como el de la prórroga unilateral.
­En el proceso negociador usted regañó
a los diputados generales por no salir en defensa del Gobierno de Lakua.
Yo únicamente mostré mi perplejidad
porque desde el Gobierno español se estaban haciendo afirmaciones muy
graves, en el sentido de que los diputados iban en dirección diferente
a la del Gobierno y que estaban dispuestos a aceptar lo que el Gobierno no aceptaba.
Naturalmente, mostré mi extrañeza porque éstos no aclararan
debidamente esta situación. Luego lo hicieron.
­Pero sí parece que en algunas
materias los diputados generales del PNV van por caminos distintos a los de
Lakua.
Eso hasta cierto punto es comprensible. Con un
entramado institucional como el que tenemos en este país ­no voy
a recordar la LTH ahora, aunque no está de más recordarla­
es lógico que pase. Hay que tener en cuenta que también es muy
humano que cada cual cuide más de su parcela particular. Pero hay que
decir claramente que la profecía que hicimos en esta materia y que está
en el nacimiento de EA se está viendo cada vez con más claridad.
Sea cuando al surgir una diputación de diferente signo político,
resulta que las posturas son contradictorias en una negociación tan delicada;
sea cuando, por poner otro ejemplo, disputan la Diputación de Bizkaia
y el Gobierno sobre quién tiene que cuidarse del tráfico en la
autopista y ponen pantallas de control ambos cada vez, ahí se ve gráficamente
una colisión de actuaciones que ya anunciábamos y que constituyen
un despilfarro para el país.
­También se han dado en las diputaciones
los pactos presupuestarios con el PSE. ¿Cree que están convirtiendo
las diputaciones en el ariete pactista del nacionalismo vasco?
Al margen de la forma de ser de cada responsable
político en las instituciones, posiblemente también hay que entender
que cuanto más bajos son los escalones de la Administración, los
asuntos son de menos calado político general y de mayor incidencia en
los problemas de la vida cotidiana, y se mira más al huevo que al fuero.
Pero yo sí que pienso, como lo hice hace 20 años y lo hizo EA
desde su nacimiento, que hace falta una dirección política de
la nación, reforzada, y a salvo de estas disonancias en los virreinatos.
­¿Ve usted un giro en el PNV, un
regreso a tiempos pasados?
Yo estoy alejado de estos observatorios diarios.
Comprendo, y me preocupa, que a su vez en el PNV tenga que haber una cierta
preocupación sobre la manera de gobernar muchas instituciones en las
que está presente, y que puede haber una tentación de volver a
actitudes del pasado. Pero sería una afirmación muy temeraria
si yo dijera que esto está sucediendo así hoy por hoy. Desde luego,
en la conducción de la política general del país no se
nos ha anunciado ningún giro de ese estilo. Si hay movimientos subterráneos
­porque ahora todo el mundo dice que se ha reunido con todo el mundo y EA
no suele estar en esos conciliábulos­y éstos son verdad, no
sé si eso significa que las cosas están cambiando.
­Tras la reunión convocada por
el lehendakari el día 22 hay una interpretación de que se está
volviendo al Pacto de Ajuria Enea.
No. Desde luego, EA no volverá al Pacto
de Ajuria Enea.
­El lehendakari, tras el encuentro, volvía
a marcar aquella diferenciación explícita entre «los demócratas»
y «los violentos».
Sí, pero a los efectos de una cuestión
que hay que reconocer que se da y que es muy preocupante, que es cómo
garantizar que los representantes municipales no salgan de su casa pensando
si les van a matar. Eso no tiene nada que ver con un acuerdo con unas pretensiones
políticas de aislamiento, etc., como tuvo aquel pacto.
­No se quiere citar la palabra aislamiento,
pero el tripartito se lo aplica a Batasuna cuando se niega a hablar con ellos
del presupuesto o de cualquier otra ley que surja.
Es que cuando existe una discrepancia en un asunto
medular, fundamental, pues se produce la incomunicación entre los partidos.
Desgraciadamente, hay que reconocer que hay un problema esencial que, insisto,
desgraciadamente, imposibilita un entendimiento y hace inútil hablar
de otras cosas mientras no se resuelva.
­¿Por qué ese problema impide
que en el Parlamento de Gasteiz se hable de las enmiendas al presupuesto, y
en el de Iruñea el grupo PNV-EA vota la enmienda a la totalidad de Batasuna
y Batasuna posibilita que se apruebe la de PNV-EA?
Porque en Navarra hay cuestiones muy elementales
en las que sería poco menos que incomprensible que no se coincidiera.
Cuando se está en un estadio tan elemental como que se persiga o no el
euskara, como que se borren los rótulos y se pretenda hacer desaparecer
la lengua de la vista, no coincidir es casi hacer una renuncia a convicciones
tan sentidas por unos como por otros.
­¿Se puede hacer política
en Euskal Herria sin contar con la izquierda abertzale?
Hoy y siempre intentamos que no se hagan plataformas
de aislamiento. Lo intentamos en el caso de la Mesa de Ajuria Enea, aunque no
tuvimos éxito. También es cierto que HB no quiso tampoco saber
mucho de aquella Mesa. Superar esa fractura es una necesidad del país.
­¿Cómo ve al PP?
Está sacando las «mejores»
esencias de la derecha española. El ejemplo es que Fraga, que se opuso
al Estatuto vasco, hoy va más lejos que sus compañeros en reivindicaciones
autonómicas. La derecha está peor que en los primeros tiempos
de la transición política, probablemente porque entonces todavía
tenía que moverse con una cierta discreción por la mala conciencia
de los tiempos pasados.
­¿Y al PSOE?
El PSOE tiene una función en este país
que con buen sentido político no podemos ignorar. Han sido terribles
las decepciones que hemos sufrido con el PSOE, como en el caso de Navarra, en
el que con el Estatuto ensayamos la única fórmula realista de
territorialidad que ha habido en los últimos 30 años, de la que
fueron tan adalides como nosotros, y cuando llegó la hora de la verdad
nos dejaron en la estacada. Para mí esa es la decepción con el
PSOE. Las de los desarrollos competenciales son graves, pero la gran cuestión
pendiente, la más sensible, es la cuestión navarra. El día
que se vaya a dar una solución definitiva al llamado problema vasco,
el PSOE tiene una misión muy importante.
­¿Prevé algún cambio
en el Congreso del PSE?
En estas situaciones muchos suelen preguntarse
qué es peor: alguien al que se le ve venir claramente porque sus actitudes
son notoriamente agresivas contra nuestras aspiraciones, o aquellos que tienen
mano de hierro en guante de seda. Las actitudes de Redondo las pueden suplir
las de un Jáuregui que, con guante de seda, resulte más preocupante.
En cualquier caso, son cuestiones que conciernen a la vida interna de los partidos
que se deben respetar, sin perjuicio de que al día siguiente del congreso
nos debamos batir el cobre con la energía necesaria. Yo tengo la impresión
de que el PSE quiere recobrar los tiempos felices de entendimiento con el PNV.
­¿Y contarán con EA?
EA siempre ha sido un divieso para el PSE. Y
ya han sido varias las ocasiones en las que algunos de sus dirigentes han mostrado
hasta una cierta exasperación con EA por entender que ejercía
ante el PNV una maligna influencia referencial con su tono reivindicativo.
­SI el PSE quiere recobrar la relación
con el PNV, y EA es un divieso, ¿temen verse apartados?
No emplearía la palabra temor. Suponiendo
que tal cosa sucediera, que no hay por qué suponerlo, nosotros haríamos
lo que habría que hacer para mantener nuestras tesis y nuestra autonomía.
A veces el refrán ”no hay mal que por bien no venga” suele funcionar.
­¿Han tenido fricciones dentro
de la coalición de gobierno?
En cualquier pacto de esta naturaleza surgen
dificultades. Lo contrario sería insólito. Pero hablo en términos
muy genéricos, porque en este momento ni se me ocurre un caso práctico.
Podemos tener, por ejemplo, quejas concretas sobre cómo funcionan los
medios públicos de comunicación y la discutible objetividad con
la que podemos ser tratados unos y otros. Pero, en general, en las cuestiones
medulares, las cosas funcionan razonablemente bien con el PNV e IU.
­Para las próximas elecciones,
¿es usted partidario de acudir en coalición con el PNV?
La pregunta del millón… En términos
generales, normales, soy partidario de que EA defienda su proyecto. No soy nada
inclinado a caer en la tentación de las soluciones fáciles. Siempre
es más tentador, para ganar una alcaldía o para dirigir determinada
institución, refugiarse en los esfuerzos compartidos. Pero eso, a su
vez, tiene el peligro de que se diluyan las reivindicaciones específicas
de cada cual o sus programas concretos. Y entiendo, humanamente, que en determinadas
áreas, en las que hay problemas importantes, incluso para hacer candidaturas,
algunos tengan la tentación de resolver la cuestión por la vía
más expeditiva, la de las coaliciones. Pero la política de EA,
y yo la secundo, es la de defender el proyecto y concurrir a las elecciones
con listas propias.
­Recientemente hemos leído que
cien cargos de su partido pedían renovar la coalición.
A veces las noticias se corresponden mucho con
las aficiones de quién las da y su deseo de que se simplifique el mapa
político de este país y desaparezcan los que peyorativamente consideran
planteamientos más radicales, y no suelen ser consultados los que tienen
más autoridad para dar su versión de las cosas. Yo no sé
si eran cien cargos, o había cien cargos y había opiniones diversas.
Es cierto que hay, y me parece muy legítimo, gentes que creen que pueden
resolver mejor los problemas de su pueblo, o de su ámbito electoral,
con una coalición. Pero claro, la obligación de la dirección
de un partido, y ahí tiene que decidir la dirección nacional del
partido, es velar por esas preocupaciones y por otras de carácter general.
De manera que en su día, la Asamblea Nacional de Eusko Alkartasuna, con
la mayoría cualificada de dos tercios, decidirá lo que hay que
hacer. Y, mientras tanto, ante determinado tipo de manifestaciones y suponiendo
que haya que hacer lo que propugnan esas manifestaciones y que, por tanto, debe
haber negociaciones, hay que decir que no es de muy buen sentido anticipar cuál
es el deseo vehemente de uno. Porque eso, ante una eventual negociación,
es una estupidez.
Iñaki IRIONDO
gara.net
Jatorria: Eusko Alkartasuna