Maiorga Ramírez Un año más el contenido de los actos oficiales del Día de Navarra han tenido un planteamiento excluyente. No es casualidad que, año a año, UPN haga coincidir las celebraciones de esta conmemoración el mismo día o unos días antes de las de su partido, sin duda con la pretensión de provocar una identificación intencionada entre Navarra y su proyecto político.

Un afán patrimonialista que alcanza a la figura del propio San Francisco Javier, su vida e historia, de la que el Gobierno Foral obvia deliberadamente hechos fundamentales, como su carácter euskaldun o la muerte de sus más próximos defendiendo la soberanía de Navarra frente a los invasores castellanos en la batalla de Amaiur.

La interpretación de la historia de Navarra por parte de la derecha de esta Comunidad siempre ha estado orientada a justificar nuestra paulatina pérdida de soberanía. Desde estas posiciones, se ha presentado la caída del Reino en 1512 prácticamente como una incorporación voluntaria a Castilla. Versión que contradice la propia trayectoria de la familia Jasso, que luchó hasta el final por evitar tal desenlace. Del mismo modo, este sector defiende la Ley Paccionada de 1841 como una suerte de acuerdo ‘‘entre iguales’’, cuando, en lo fundamental, esta norma consolidó el sometimiento de Navarra al sistema centralista vigente en aquel momento.

No sólo eso, paralelamente este sector político ha utilizado el carácter histórico de los fueros como excusa para negar derechos democráticos a los navarros. Así justificó que el amejoramiento no se sometiera a refrendo popular, sobre la base de que no se trataba de una norma estatutaria, sino una adecuación del fuero al sistema emergente tras la dictadura de Franco. En consecuencia, y a diferencia de lo ocurrido en Cataluña, Comunidad Autónoma Vasca, Galicia y Andalucía, los navarros no votamos nuestro marco de autogobierno.

Hace 27 años se aprobó la tan nombrada Disposición Transitoria Cuarta de la Constitución española, previsión legal que nos reconoce, aunque sea de forma muy limitada, nuestro derecho a optar por un proyecto político distinto al actual. Especificidad que tiene su lógica democrática en la existencia de un amplio porcentaje de navarros que, sin menoscabo de nuestra identidad, apostamos por compartir futuro con el resto de territorios vascos, y que nos distingue del resto de ciudadanos del Estado. Hoy, UPN afirma que Navarra es una realidad política definida de forma definitiva en su estatus, para exigir la supresión de esta disposición.

Una propuesta que choca frontalmente con las palabras del propio señor Sanz esta misma semana, cuando afirmó que el futuro de Navarra no puede decidirse en ‘‘foros ajenos’’ a nuestra realidad institucional.

Puesto que eso es, precisamente, lo que supone la eliminación de la Transitoria Cuarta: anular nuestra autonomía decisoria, dejándola en manos de ‘‘otras voluntades’’, la del Congreso de los Diputados y la de ciudadanía del conjunto del Estado.

La hipocresía de UPN en sus apelaciones a la capacidad de decisión y a la voluntad de los navarros es una constante en su acción política.

Si el señor Sanz quisiera ser consecuente, no sólo abandonaría sus pretensiones sobre la citada disposición constitucional, sino que, además, aprovecharía el debate sobre la posible reforma de la Carta Magna para exigir la desaparición de todas las limitaciones constitucionales a la soberanía de nuestras instituciones y a la capacidad de decisión de Navarra, como la prohibición expresa a la federación y confederación entre comunidades autónomas o la exigencia de autorización del Senado para sellar acuerdos de cooperación entre comunidades.

UPN no ceja en su empeño de atribuir al nacionalismo vasco toda clase de injerencias y agresiones al autogobierno de Navarra, pero lo cierto es que, a lo largo de nuestra historia, el único que ha mermado nuestra soberanía ha sido el poder central, con la colaboración cómplice y vergonzante de los sucesivos gobiernos de Navarra.

Ataques que han sido más graves, si cabe, por parte del Partido Popular, socio de UPN en Madrid. No sólo mientras ostentó responsabilidades de gobierno, también ahora, desde la oposición, el PP mantiene posiciones que representan una afrenta a nuestro sistema propio. Desde Eusko Alkartasuna ya denunciamos hace unas semanas el desprecio público a nuestros derechos históricos por parte del señor Rajoy, secretario general del PP y portavoz en el Congreso, durante su intervención con ocasión del debate del Estatut, actitud en la que ha vuelto a reincidir recientemente, tras la manifestación convocada el pasado sábado por la derecha española a cuenta de la Constitución.

El PP utiliza a Navarra como avanzadilla de su estrategia centralista. Y UPN asume totalmente su papel en este ´juego´ hasta tal punto que, no sólo no defiende nuestros derechos, sino que además se dedica a la bochornosa tarea de criticar a quienes sí lo hacen, actuando permanentemente como el perro del hortelano, que ni come ni comer deja. En el último Debate sobre el Estado de la Comunidad, el señor Sanz destinó la mitad de su tiempo de intervención y su discurso a arremeter contra el Estatut. ¡Incluso hemos visto a la alcaldesa de Peralta, de este partido, pedir públicamente el boicot al producto catalán!

Poco parecen importar a UPN la influencia de esta actitud incongruente en el desarrollo político y democrático de Navarra, con tal de facilitar su objetivo homogeneizador al centralismo español. A la hora de la verdad, gobierne quien gobierne en Madrid UPN no duda en anteponer los intereses del Estado a los de Navarra. Un ejemplo permanente es la perpetuación del polígono de tiro de Bardenas, impuesta a los navarros en contra de la voluntad de la mayoría del Parlamento Foral. Otra muestra evidente es el desinterés palpable de los gobiernos centrales, ya sean del PSOE o del PP, en atender las necesidades de Navarra que siguen siendo de su competencia.

Afortunadamente, en nuestra tierra y fuera de ella, hay navarros que no renuncian a su identidad, y la siguen ejerciendo como una realidad unida a su ser vasco. Navarros orgullosos de serlo y reivindicarlo en toda su amplitud, sin renunciar a ninguna de nuestras particularidades. Lo he podido comprobar en Nueva York, como ocurre sin duda en otros muchos países del otro lado del Atlántico, donde también se celebra el Día de Navarra, haciéndolo compatible con nuestras raíces vascas y señas de identidad propias.
Fuente: Maiorga Ramirez