Las soberanistas comenzamos el 1 de octubre de 2017 con ilusión y la esperanza de que marcara un hito en el camino en los respetos de los derechos de los pueblos. Terminamos el día con movilizaciones de protesta y devastadas por las imágenes de represión violenta que todo el mundo vio. Y, sin embargo, la represión no había hecho más que empezar. No sabíamos aún que políticos y activistas sociales soberanistas, democráticos y pacíficos, hasta pacifistas, terminarían en la cárcel o el exilio por dar la palabra al pueblo.
Unos días antes de cumplirse el tercer aniversario del reprimido referéndum, se ha confirmado la inhabilitación del president Quim Torra también por hacer política de la manera más básica, democrática y pacífica: no hay nada más pacífico que una pancarta, ni nada más democrático que una reivindicación compartida por la inmensa mayoría de la sociedad. Vía Sentencia de Estado se ha demostrado como Rodrigo Rato y cía, tras robar miles de euros a simples ciudadanos, queda absuelto de delito, mientras el president Torra es condenado.
Tres años después de ese día que comenzó con ilusión, tenemos nueve líderes soberanistas presos y otros siete en el exilio, incluidos el presidente y vicepresidente de Catalunya y la presidenta del Parlament, y dos presidentes, inhabilitados (recordemos a Artur Mas). Todo ello por decisiones tomadas por el Estado y en un proceso sin absolutamente ninguna violencia, por parte del soberanismo.
Ese es el nivel de injerencia política e institucional en Catalunya en un momento en que discutimos si Madrid puede decidir si confinar barrios, si los ayuntamientos deben decidir sobre los fondos europeos o si cada comunidad puede hacer planes a medida para hacer frente al Covid19.
A la vez, y por contradictorio que parezca, cada vez es más difícil pensar que Catalunya no elegirá su futuro a medio plazo. Este proceso, gracias a unos líderes políticos de altura y una sociedad que no desfallece, es irreversible. De hecho, si el Estado no lo creyera así, el castigo no sería tan cruel. Porque al Estado español no le importa tener personas presas políticas.
Ya lo dijo Joan Tardá en una charla en la sede de Eusko Alkartasuna en Gasteiz: se ha llegado muy cerca de la cumbre antes de lo previsto, pero los últimos metros están siendo increíblemente difíciles y duros.
Catalunya ha conseguido que el derecho de autodeterminación sea el tema que atrae todos los focos políticos en el Estado, de Europa y de parte del mundo. Más de lo que hemos conseguido desde Euskal Herria en las últimas décadas, lo que, sin duda nos debe hacer pensar. Como ya sabemos en nuestro país hay un partido independiente y hay otros dependientes. Sin duda, el proceso de Catalunya nos pone ante el espejo a las independentistas vascas, no en vano tenemos el mismo Estado enfrente, y somos sociedades similares.
A estas alturas, los dos “frentes” de este conflicto político tienen grandes retos en el horizonte. El Estado tiene que democratizarse. Hay indicios de que tanto el PSOE como Unidas Podemos saben que el Estado no es “presentable” a nivel europeo y, desde luego, no es homologable con las democracias de la UE. Nadie imagina una situación parecida en Escocia, donde la ciudadanía votó y eligió libremente.
De hecho, es una realidad que los políticos huidos viven con normalidad en Europa pese a todas las presiones del Estado para apresarles. Es más, Puigdemont y Comín son eurodiputados: más normalidad, imposible. Desde la ALE, partido al cual pertenece EA desde su formación, en la Asamblea General que celebramos hoy y mañana, la situación de Catalunya y de los presos políticos, es uno de los principales asuntos a tratar.
Da la sensación, decíamos, que PSOE y U. Podemos saben lo que tienen que hacer. No solo en este conflicto, también en otros temas. La cuestión es si se van a atrever y si las cloacas del Estado se lo van a permitir.
Tanto en Catalunya como en Euskal Herria hay fuerzas políticas con la valentía suficiente para ayudarles en ese camino.
En el soberanismo el reto es seguir creciendo mientras damos respuesta a las necesidades de la ciudadanía. Eso es algo que compartimos Euskal Herria y Catalunya, Eusko Alkartasuna y Esquerra, como nos dijeron ellos mismos en la última Diada, que aunque celebramos telemáticamente, nos sirvió para decirles que su camino es nuestro camino y que los recorreremos juntas. Los compañeros y compañeras de Esquerra lo tienen claro: para llegar al objetivo hay dos trabajos que hacer, por una parte, el soberanismo tiene que sumar una mayoría suficiente para ganar un referéndum de manera solvente; por otra, tiene que conseguir hacer el referéndum. Dos labores titánicas, sin duda. Pero nadie dijo que sería fácil.
También compartimos con Esquerra que las políticas institucionales socialdemócratas, las que mejoran las condiciones de vida de nuestros vecinos y vecinas, son el arma más potente para atraer a la sociedad a la vía soberanista. “Independencia para vivir mejor” fue el lema de una campaña electoral de Eusko Alkartasuna de hace ya más de una década.
Nuestra reflexión del 1 de octubre no puede terminar sin un saludo al pueblo catalán y muy especialmente a sus líderes represaliados por cumplir la voluntad popular y dar la palabra a la ciudadanía. Carles Puigdemont, Clara Ponsatí, Lluis Puig, Marta Rovira, Anna Gabriel, Toni Comín, Meritxell Serret, Raül Romeva, Jordi Turull, Josep Rull, Joaquim Forn y Dolors Bassa, Carme Forcadell, Jordi Sánchez, Jordi Cuixart y Oriol Junqueras.
A ellos y ellas las queremos en casa, con sus familias. Y a la sociedad catalana, la queremos ver votando, decidiendo. Marcándonos el camino. Con el compromiso de que no vamos a tardar en seguirles.