El año comenzó con la nefasta noticia del cierre de la Acería Compacta de Sestao, con todo lo que ello supone para la economía de la zona del Gran Bilbao, y esta semana las malas noticias han continuado con los anuncios del ERE en Tubos Reunidos de Amurrio y el cierre de Arcelor Mittal de Zumarraga. Euskal Herria sufre la crisis del acero en primera persona con más de mil personas directamente afectadas y pueblos enteros conmocionados por las consecuencias que tendrán estos anuncios en empresas tan importantes en las economías local y global del país.

El sector del acero vive una crisis generalizada que en Euskal Herria tiene características propias porque no se puede negar que, además de factores objetivos también influyen en la marcha de las empresas actitudes de su dirección. Además de la innegable influencia del acero chino, que vende por debajo de costes de producción, hay que tener en cuenta el excesivo coste que la energía tiene en este sector y el insuficiente nivel tecnológico de muchas de las empresas. Además, la crisis está golpeando de manera especial a las empresas de base familiar compradas por grandes grupos extranjeros y no es casualidad: una empresa de Sestao o Zumarraga en una multinacional con sede a 5.000 kilómetros de distancia no será nunca prioridad para la central. ¿La desinversión de Zumarraga supone que Mittal invertirá en otro lugar? ¿La desinversión se hace en Zumarraga pero sería económicamente más rentable en otro punto descartado por razones políticas o estratégicas? Difícil saberlo con certeza.

Por duro que haya sido el golpe de los anuncios de Zumarraga y Amurrio, que lo ha sido, si ha habido una sorpresa, ésta ha sido que al Gobierno vasco le ha pillado por sorpresa, a pesar de ser obvio que esta concepción de industria era insostenible. Lo menos que se puede esperar de un Ejecutivo es que tenga el suficiente conocimiento de las empresas importantes de su territorio como para que cierre o EREs como éstos no supongan una sorpresa.

A menudo criticamos la total falta de política industrial del Gobierno de Madrid pero, desgraciadamente, la de Lakua no es mejor. Con una consejera de Industria que maneja muy bien los medios de comunicación, política industrial es nula, no existe una planificación y, como ha demostrado la sorpresa con la que se ha acogido la noticia de Zumarraga, tampoco un conocimiento del tejido industrial vasco. Se ha demostrado que la consejera que a menudo aparece en las fotos rodeadas de empresarios no tiene el conocimiento que debería sobre las empresas de su territorio, sus problemas, posibilidades y riesgos. Ni siquiera de las más grandes.

¿Qué ha hecho el Gobierno vasco ante una crisis del acero que no comenzó ayer? El factor chino precisa de una estrategia a largo plazo, igual que los altos costes energéticos y la necesidad de dar el salto de la cultura del acero a la del conocimiento. Pero el Ejecutivo de Urkullu no ha hecho los deberes.

Se dijo que, en su debilidad, este Gobierno incapaz de sacar adelante leyes, al menos había puesto en marcha planes. ¿Con qué resultado? Si nos fijamos en la cuestión de la energía, verdadero sector estratégico, se da la paradoja que mientras el precio de la energía pone en jaque a las acerías, existe en la CAPV una sobrecapacidad de producción eléctrica en desuso, consecuencia de unas reglas de mercado que fija un sector oligopolista consentido por los gobiernos, también el vasco. Es también parte de la coyuntura que vivimos que para que alguna gran empresa vasca maximice su rendimiento sean otras las que estén abocadas al cierre. Y en esto, los gobiernos, en particular el Gobierno Vasco poco o nada están haciendo.

Y a esto se le une el factor de la inexistencia de un Gobierno estatal en estos momentos. El Gobierno Rajoy, en funciones, no se mueve para que nada le distraiga de su objetivo de lograr unas nuevas elecciones generales. Y mientras tanto, la CAV cuyo sector del acero produce el 40% de la producción total del Estado, está sin representación. Lo cual ni se sabe si es bueno o malo, porque tampoco es que se pueda confiar en el PP de las políticas neoliberales y de apoyo al capital para conseguir buenas condiciones.

Tampoco podemos confiar, al parecer, en que la Europa que cierra la puerta a los refugiados y les mantiene en campos con barro hasta las rodillas, cierre la puerta al acero chino producido a saber en qué condiciones laborales.

La crisis del acero no es para la sociedad vasca un término de política macroeconómica, sino un drama que afecta a decenas, centenares de familias de manera directa. Y es un reto que hay que encarar con decisión y políticas muy concretas, como la apuesta por las renovables y la tecnología de última generación. Y no parece que el Gobierno del PNV esté en ello en estos momentos. Tal vez cuando se recupere de la sorpresa.