Debate de Política General del Estado 2003

Señora presidenta.

Señor presidente del Gobierno, señorías, a lo largo de este año se han repetido constantemente las movilizaciones ciudadanas multitudinarias en respuesta a las políticas y decisiones de su Gobierno, movilizaciones que usted, señor Presidente, ha criticado, ninguneado o despreciado. Movilizaciones en el caso del Prestige que, de accidente, terminó en catástrofe, en gran medida por su mala actuación, y ha supuesto importantes perjuicios económicos, sociales y medioambientales, en especial a Galicia, pero también a toda la costa del Cantábrico; actuaciones que no han permitido investigar y responsabilidades que no han querido afrontar, pero tendrán que hacerlo en su momento. Movilizaciones ciudadanas en su política en la guerra de Irak, su apoyo a una guerra preventiva, injusta, ilegal e inmoral, una guerra cuya justificación, la supuesta existencia de armas de destrucción masiva, parece haber sido falseada por los gobiernos de la llamada coalición de las Azores, entre ellos el suyo. Este hecho ha llevado a constituir comisiones de investigación en otros parlamentos, que aquí ustedes no permiten.

En el plano legislativo, señor presidente, le ha tocado el momento a la justicia. ¡Pobre justicia! Ustedes han aprovechado para hacer una auténtica involución en esta materia y para servirse del Poder Judicial y utilizarlo en su propio beneficio. Muchas de sus reformas en materia penal y penitenciaria han constituido un ataque frontal a principios clave de cualquier sociedad que se pretenda justa y democrática y, además, progresista.

Señor presidente, no quiero dejar de mencionar un tema que para nosotros es muy querido, el proyecto de construcción europea, un proyecto político por el que los nacionalistas vascos apostamos, en el que tuvimos participación desde su origen en los años cincuenta, cuando ustedes, en su gran mayoría, se miraban en el ombligo del régimen franquista. Desde esa perspectiva, señor Aznar, en su obsesión interna por Euskadi, no podemos admitir que haya presionado para que desaparezca el concepto de pueblos de la Constitución europea, establezca la inamovilidad de las fronteras o que su Gobierno haya intentado la desaparición de toda referencia a naciones o entes subestatales con competencias legislativas propias, y nunca nos dice a cambio de qué. Pregonan constantemente que el Estado español es uno de los Estados con mayor grado de descentralización política de la Unión Europea y, curiosamente, somos el único Estado de corte supuestamente no centralista que carece de mecanismos para que sus comunidades autónomas puedan defender directamente en Europa sus competencias. Consideramos positivo plantear un referéndum sobre el resultado final de la Constitución europea, pero permítame, señor Aznar, que le haga sólo una pregunta. ¿Por qué es bueno que un ciudadano o una ciudadana vasca pueda expresar su opinión respecto del marco jurídico-político europeo y resulte casi criminal pedir que también pueda expresar su opinión sobre el marco jurídico-político vasco?

Así llegamos a Euskadi, señor presidente, de la que tanto gusta a usted hablar, y a nosotros también, pero por razones bien distintas. Para usted, señor Aznar, y lamento decírselo después de todos estos años, Euskadi es un instrumento que utiliza para intentar conseguir rédito electoral en España o esconder sus problemas en la gestión de Gobierno. Su táctica consiste en criminalizar al adversario político, en este caso al nacionalismo vasco democrático. Nos intenta convertir en peligrosos enemigos a los que hay que combatir en lugar de entender y acercar; intenta crear, y esto es lo más grave, una situación de enfrentamiento inexistente entre la sociedad vasca y la española. Señor Aznar, para generar este clima de supuesto enfrentamiento, que no existe, parece que a usted le vale todo, desde reformas legislativas que impiden la plena participación política, ataques al gobierno vasco, en su momento al concierto, al sistema educativo, a la universidad, a la cultura vasca, cerrando el único medio de comunicación en euskera, hasta el último —y me temo penúltimo— episodio, de utilizar a la justicia para vulnerar la autonomía y competencia del Parlamento vasco, y no sabemos a dónde quieren llegar si nos atenemos a las palabras del señor Mayor Oreja.

Debo decirle, de manera muy sincera, y cordial también pero clara y firme, que ante estos ataques nosotros no vamos a aumentar ni la crispación ni el conflicto, pero tampoco dejaremos de defender ni un solo instante la dignidad de nuestras instituciones, la dignidad de nuestro Parlamento, en definitiva, la dignidad de la sociedad a la que éstas representan. Resulta curioso que ustedes hablen más de nosotros como enemigos que de ETA. Para nosotros, ETA, lo hemos dicho mil veces y lo digo una vez más, sólo merece la mayor repulsa ante sus crímenes, ante el dolor y ante el sufrimiento que genera, ante el desprecio que demuestra por la vida y la libertad de las personas y también el desprecio que demuestra por el pueblo que cínicamente dice defender.

Señor presidente, ustedes defienden su nación y su cultura, y ello les honra, pero no nos criminalicen a nosotros porque queramos, de manera pacífica y democrática, defender también la nuestra. Es tiempo de acercamiento y diálogo y no de confrontación, es tiempo de reflexión sobre lo ocurrido en este último cuarto de siglo, es tiempo de solución y culminación de una transición inacabada en lo que se refiere a los derechos de las naciones que componen el Estado español. Es momento de aplicar principios básicos de democracia, de respeto y de compromiso a lo que los ciudadanos, en este caso vascos, quieran decidir para su futuro.

Muchas gracias, señora presidenta

Fuente: Begoña Lasagabaster